Hay oficios que no buscan producir más rápido, sino volver a escuchar el tiempo.
El telar es uno de ellos.
En el norte argentino, entre cerros, cardones y viento, el tejido en telar es un ritual cotidiano que pasa de manos en manos desde hace generaciones. Tejer es recordar: es traer a la superficie historias, canciones, silencios, la memoria de quienes vinieron antes.
Cada pieza tejida a mano en SACRA nace así: lenta, consciente, viva. No existe un telar que acelere lo que necesita madurar. Cada fibra, cada tensión, cada cruce, requiere presencia.
El proceso
Primero, se prepara la fibra. Puede ser lana de oveja o llama, cardada y hilada a mano, o chaguar, una fibra vegetal ancestral recolectada respetando los ciclos de la tierra.
Luego, se ata el urdido: el alma del tejido. Se tensan los hilos uno a uno, como quien afina un instrumento.
Recién entonces comienza el trama por trama.
El telar es respiración: avanzar, detenerse, observar, sentir.
Las manos saben. La fibra sabe. El cuerpo recuerda.
Por qué elegimos esta forma de hacer
Creemos que lo artesanal no es solo una estética:
es una forma de estar en el mundo.
Cuando elegimos una pieza hecha en telar, elegimos también:
• Tiempo sobre prisa
• Materia viva sobre lo desechable
• Cuidado sobre urgencia
Las piezas SACRA no son objetos decorativos: son presencias.
Se sienten en la textura, en el peso, en el abrigo que dan; pero también en lo invisible: la intención, la historia, la raíz.
Ritual cotidiano
Que una manta acompañe tus tardes.
Que una cesta de chaguar encuentre su lugar en tu cocina.
Que un poncho sea el abrazo que vuelve a casa.
Lo esencial no se produce: se teje.
Y se teje despacio.
